Opinión

FOTOS: Planetaolimpico.es

Alberto González “Pipe”. RADIO MARCA

Son casi las 12 de la noche del 7 de febrero de 2014 cuando por la ventanilla de un avión de la compañía rusa Aeroflot veo perfectamente cada una de las instalaciones del Parque Olímpico de Sochi. Las espectaculares luces de led que inundan la cubierta del Bolshoi Arena (el Pabellón del Hockey Hielo) eclipsan al resto. Es cómo estar viendo desde el aire una feria de pueblo pero cien veces más grande y brillante.

Todavía no hemos tocado tierra y ya me puedo hacer una idea de las medidas de seguridad con las que nos vamos a encontrar. A lo largo de la valla que delimita la pista del aeropuerto con la calle observo a un policía cada 100 metros.

Unos amables voluntarios me llevan al autobús que me va a acercar al "hotel". Cuando me subo, convencido de que va a estar casi lleno como la terminal de aeropuerto, compruebo con sorpresa que está completamente vacío. Nunca me había sentido tan importante. ¡Un autobús para mí solo!

Sobre la 1:30 estoy en la Recepción del Edificio número 3 de un complejo de 18 construcciones al estilo de las residencias de estudiantes y que sirve de alojamiento para periodistas y voluntarios.
Tardan en encontrar mi nombre. Agotado, después de un día entero entre aviones y aeropuertos, me imagino tumbado en una cama. Mi gozo en un pozo. Me dicen que están limpiando la habitación. ¡A esas horas! Por lo menos, durante la media hora de espera, me llevan a un bar decorado con fotos de jugadores de hockey rusos y algunos sticks colgados de la pared. Un sitio muy tranquilo en el que puedo comer algo por gentileza de la casa.

Cuando por fin llego a mi habitación, el olor a pintura lo impregna todo. La moqueta que cubre el suelo está llena de manchas de pintura y el baño es adaptado y diáfano -cada vez que me duchaba el agua lo inundaba todo-. Estoy tan fundido que me da igual. Sólo quiero dormir.

Día 7 de febrero

Mi primer objetivo es acreditarme. Una acreditación te abre todas las puertas en un gran acontecimiento deportivo. Normalmente ya voy con las credenciales de periodista desde casa pero, por un cambio de última hora, esta vez no es así. Por eso, no las tengo todas conmigo. Cuando consigo mi acreditación empiezo a sentir que estoy, de verdad, en mis primeros Juegos Olímpicos de Invierno.

En Sochi hay dos zonas calientes. La de la costa, donde está mi alojamiento, que engloba los deportes de hielo y el estadio olímpico y la de la montaña, donde se disputan todas las pruebas de nieve y el Skeleton.

Cuando llego a un evento así, me gusta situar todo: distancias, instalaciones, medios de transporte disponibles y, lo que es más importante, el tiempo que se tarda entre una sede y otra. Eso hago, me voy a la montaña. Al día siguiente compite el biathleta, Víctor Lobo y tengo que hablar con él para poder hacer la previa para el periódico.

Decido coger el autobús. El trayecto se me hace muy largo y me llama mucho la atención la seguridad. Viajamos por una carretera con un carril en cada dirección en el que observo coches de policía e, incluso, parejas uniformadas de pie en cada puente, túnel o camino. El autobús me deja en el Centro de Prensa (Gorki Media Center). Desde allí salen autobuses que nos trasladan a las sedes de la montaña, o cerca. Para ir al Biathlon y el Esquí de Fondo hay que coger una segunda lanzadera y después, un telecabina. Más o menos, dos horas de viaje. A mí me parecen un mundo.

Llego al estadio de Biathlón. Hay entrenamiento y me parece un buen momento para hablar con Víctor. Nunca he estado en unos Juegos de Invierno y no puedo comparar pero el estadio de Biathlón me parece una pasada aunque no sé sí es una percepción mía o es realmente lo es.
Me cuesta encontrar al protagonista. Después de preguntar y preguntar sin respuestas claras, veo de lejos un chubasquero del equipo español. Es Joan Erola, el seleccionador de Fondo. Me indica donde está la caseta del Equipo Español de Biathlón, un barracón de madera al pie de la nieve en el que cada país tiene su habitación para cambiarse. Algunos, como España, comparten estancia. Joan, muy amable, va a comprobar si Víctor está allí. Nada. Pienso que ya se habrá vuelto a la Villa cuando me doy la vuelta y allí está él, con todo el material a cuestas.

Entretanto, desde Madrid, me cuentan lo del patinador Javier Fernández y las declaraciones en El Mundo. Mi reacción es agarrarme un cabreo monumental. "Adiós medalla", pienso. En unos Juegos, la cabeza es mucho más importante que otra cosa y si no estás acostumbrado a terremotos mediáticos como ése, es muy difícil sobreponerse.

Después de charlar un rato con Víctor, vuelvo a la costa porque comienza la Ceremonia de Apertura. Llego un poco tarde. A las más de dos horas de transportes, hay que sumarle el paseo desde el centro principal de prensa -donde te dejan todos los autobuses- hasta el Estadio Olímpico, otros 20-25min-.

La Ceremonia tiene momentos espectaculares y otros que me suenan a antiguo. Es mi primera apertura -en Londres no pude ir- pero no me impresiona especialmente. De lo que nunca me olvidaré es del tremendo frío que pasamos. Mientras lo cuento en la radio, sí me emociono viendo salir a la Delegación Española, con Javier Fernández como abanderado. Le veo muy nervioso. Se nota que el revuelo con el que fueron recibidas y malinterpretadas sus inocentes declaraciones sobre el colectivo gay se han convertido en una losa mental difícilmente soportable para un chico tan joven.

Día 8 de febrero

Nada más llegar al Centro de Prensa y antes de pasar por el arco de seguridad, me topo con dos españoles que intercambian pins. Es un gusto poder hablar con alguien que te entiende. Los voluntarios intentan ser amables pero, la mayoría, no hablan inglés y es un suplicio entenderte con ellos. El intercambio o venta de pins ya me llamó la atención en Londres y, al parecer, es habitual en cada edición de unos Juegos Olímpicos. Lo ves por todas partes. De todas las nacionalidades. Siempre en los puntos de más tránsito de gente.

Tengo mono de competición. Los únicos españoles que participan son Laura Orgué (Esquí de Fondo) y Víctor Lobo (Biathlón). Otra vez a la montaña. Otra vez el viaje eterno. De hecho, no llego a ver a Laura, sí a Víctor. Me impresiona comprobar la gran afición que hay por este deporte. Las gradas están llenas. Se jalean los aciertos en la diana tras cada disparo. Espectacular.

Hablo con Víctor al terminar. Está fastidiado porque en la primera tirada falla 4 de 5 disparos y eso le lastra toda la prueba. Creo que se alegra de verme. No en vano, soy el único periodista español en la zona mixta. Una isla. Nada que ver con los Juegos de Verano.

Día 9 de febrero

Toca madrugón. He quedado con Ander Mirambell para hacerle un reportaje para el periódico. Me dijo que tenía dos bajadas de entrenamiento y la primera era a las 8 am. Otra vez a la montaña. Ander me recomendó que cogiera el tren hasta la estación de Krasnaya Polyana -las montañas donde estaban las pruebas de Skeleton, Snowboard y Esquí Alpino- y después un telecabina que estaba al lado y que te llevaba directamente al Circuito de Hielo. Acertó. El fallo es mío. No había repasado los horarios de los trenes. Confió, como los autobuses, en que pasen cada poco tiempo. Me planto en la estación a las 6.40 am. El tren se había ido 5 minutos antes. El siguiente pasa a las 7.30 am. No llego a las 8 ni de broma. A lo mejor para la segunda bajada...

Entonces, aparece Nancy, una estadounidense de Nueva York, de unos 60 años, pelo rubio y largo, ojos azules y perfectamente ataviada para soportar el frío. Cuando le digo que soy español, empieza a chapurrear nuestra lengua. Dice que su ilusión es vivir 6 meses al año en España. No quiere una ciudad muy grande como Madrid o Barcelona. No quiere una ciudad con sol. No quiere una ciudad lluviosa. Quiere una ciudad cercana a la montaña y que tenga edificios antiguos. Saca una libreta y según le voy diciendo nombres de posibles ciudades, los apunta y cuando le doy algún detalle más que no le convence, los tacha. Al final, parece que le gusta Zaragoza. Le cuento la anécdota de las dos bombas que cayeron sobre la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar durante la Guerra Civil y que no explotaron. Eso parece que la termina de convencer. También me cuenta que la gustan los toros y la tortilla de patatas pero que nunca ha sabido hacerla a pesar de haberlo intentado. Al parecer, fue azafata de la desaparecida compañía norteamericana, TWA y había estado en un montón de Juegos Olímpicos. Curioso y simpático personaje.

Nada más llegar al circuito de Skeleton, me encuentro con Toni, el hermano de Ander y su entrenador en la pista. Me confirma que todavía queda la segunda bajada de entrenamiento. Al ser tan temprano y haber tan poca gente, el nivel de control es muy reducido. Puedo pasear a mis anchas por el circuito hasta que encuentro un buen sitio para ver bien a Ander. Pasa justo a mi lado. Me parece que vuela aunque luego me explica que me situé tras la segunda curva y que, ni mucho menos, es el punto más rápido.

Cuando termina, me voy aproximando a la zona de salida porque Mirambell vuelve a ese punto tal como me advirtió Toni. Paseo por la zona de salida como si nada. Aparece Ander. Tiene que subir a su box para guardar todo e insiste en que le acompañe. Me da su caja de herramientas y la bolsa con el casco y monto en la furgoneta de pilotos y entrenadores. Así es como me siento, como un entrenador. Me enseña el trineo y me explica cómo se hacen los ajustes de las cuchillas. Una vez recogido el material, vamos caminando hasta abajo, con resbalón incluido, hasta llegar a la meta. Ahí me despido de él.

Ya que estoy en la montaña quiero aprovechar y subir a ver el Esquí Alpino. Según voy subiendo por la carretera, primero está el Skeleton, luego el Snowboard y, finalmente, el Esquí. Voy a coger el autobús y, ¡sorpresa! Me dicen que no continúa carretera arriba y que sólo vuelve abajo, al Gorki Media Center y desde allí tengo que coger la lanzadera que va directa al Esquí Alpino. No entiendo nada. Con la fácil que es seguir carretera arriba. Luego me explican que es por razones de seguridad.

Consigo llegar al final de la prueba reina, el descenso masculino. Veo a Ferrán Terra en la Zona Mixta. Hay más compañeros y charlamos un rato con él.

Ya sólo queda, de participación española, la prueba de Biathlon Sprint en la que participa Victoria Padial. Tengo ganas de verla en directo. De ver su mejoría en estos cuatro años. Cuando conoces su historia, te das cuenta de lo grandes que son nuestros deportistas. Sin medios, sin ayudas, con trabas de todo tipo, esta grande de tan sólo 24 años, ha disputado ya dos Juegos Olímpicos. Mejora 30 puestos con respecto a Vancouver. Vamos, un milagro más del deporte español.

Nada más cruzar la meta, me impacta ver cómo se tira al suelo, tras el enorme esfuerzo realizado, e intenta recuperar el resuello. Me alegra mucho ver a Victoria en la Zona Mixta.

Primero habla con el compañero de TVE, Paco Grande y luego me toca a mí. A pesar del cansancio, la granadina se presenta con su habitual sonrisa. La veo contenta aunque me confiesa que, al final de la prueba, le fallaron un poco las fuerzas.

Día 10 de febrero

No compite ningún español. Quedan cuatro días para el estreno de Javier Fernández, nuestra principal opción de medalla. A las 9 de la mañana le toca entrenar, por primera vez, en la pista donde va a tener lugar la competición. Tengo muchas ganas de ver como esta Javi tras la famosa polémica. Todo es nuevo para mí. Me llama la atención un grupo de niñas que salen a cubrir los agujeros que han quedado en la pista tras cada tanda de entrenamientos. Luego las máquinas hacen el resto hasta dejar el hielo perfecto. Javi comparte sesión de entrenamientos con el otro Javi, Raya y otros tres patinadores más. Durante el entrenamiento -de casi una hora de duración-, nos confirman que luego podemos hablar con Javi y con su entrenador, Brian Orser. La dichosa tormenta mediática está muy fresca y me da la impresión de que quieren dejar clara su postura. Nunca había visto un entrenamiento de patinaje. Me parece que Fernández no está cómodo y que su cara refleja descontento. Todo lo contrario a Raya, mucho más fino sobre la pista.

Aunque todo el mundo se empeña en decir que Javi está bien, yo le noto raro. Aún así, le veo animado y eso me tranquiliza. Cada vez queda menos para su gran día... y el nuestro.

Día 11 de febrero

La Federación Española de Deportes de Hielo y el Comité Olímpico Español han organizado un encuentro para la prensa española -apenas 7 periodistas- con el patinador Javier Fernández. El lugar elegido es la Zona Internacional de la Villa Olímpica, único sitio al que pueden acceder los medios de comunicación. Un lugar no muy grande pero que cuenta con peluquería, un pequeño supermercado, varias oficinas y una cafetería. Pero lo mejor es la terraza de dicha cafetería que se une a un amplio espacio donde se encuentran las banderas de todos los países participantes en Sochi.

El pacto es 5 minutos con cada medio. Pido a mis compañeros que me dejen ser el primero porque luego tengo que ir a la montaña, con lo que eso supone. Mi mente está maquinando una foto para el periódico del día siguiente y la idea me trae de cabeza por la dificultad que entraña -de hecho, no la consigo hacer-.

Javi llega sonriente, con el chándal de España y acompañado de Gloria Estefanell -Vicepresidenta de la Federación en el Área de Patinaje-, su sombra durante los Juegos. Nos sentamos y, sin preámbulos, empezamos la entrevista. Me paso tres minutos del tiempo acordado. Nada grave. Estas cosas se entienden y se perdonan. Compruebo que la entrevista se ha grabado bien y salgo volando al autobús para subir a la montaña.

El día siguiente era uno de los importantes. Competían Carolina Ruiz y Queralt Castellet. Dos buenas opciones de medalla. En el periódico quieren hacer una doble página muy chula con las dos. Mi idea, que empieza a convertirse en obsesión, es juntar a las dos para que se hagan una foto chocándose la mano o con el pulgar hacia arriba. La cosa se empieza a torcer pronto. Desde la Federación me avisan de que va a ser difícil juntarlas a las dos porque cada una lleva rutinas distintas y, en principio, no van a coincidir. Aún así, llego a la zona de Rosa Khutor, el pueblo que está en la falda de la montaña. Una zona muy bonita, llena de hoteles y restaurantes a ambos lados de un río que cruza por el centro de la localidad. Pienso que puedo esperar allí hasta que me digan algo. A medida que pasa el tiempo, lo que tengo claro es que la foto no se la puedo hacer yo -mi idea inicial- y que tendré que confiar en terceras personas.

Aprovecho para comprar algunos regalos para la familia. De repente me dicen que Queralt está comiendo en un restaurante cercano. Buen momento para hablar con ella. Me siento fuera del restaurante para esperar a que termine. Ella me invita a entrar porque ya han comido. Está con su entrenador. A mí, estas cosas me dan bastante vergüenza. Es como entrar en la intimidad de alguien y no me gusta pero, Queralt, sonriente, me insiste y accedo. Me sorprende su amabilidad y cercanía. La veo muy tranquila y me hace pensar que al día siguiente puede hacer algo grande. Me cuenta que la próxima temporada va a meterse en serio con el Slopestyle. La noto ilusionada con eso. Nos despedimos hasta el día siguiente en la competición.

Al final, no hubo foto de Carolina y Queralt, pero me llevé un rato entrañable con una grande de nuestro deporte.

Día 12 de febrero

Llega el primer gran día para nuestro deporte. Compiten, Carolina Ruiz en Descenso y Queralt Castellet en HalfPipe. Es de esos días en los que no importa el tortuoso viaje hasta la montaña por el entusiasmo que llevas pensando que puedes contar en directo un gran éxito para tu país. Y eso que, esta vez, subimos en un coche de la organización. ¡Otro mundo!

Cuando llegamos al pie de la pista de Descenso comienzan los nervios. Se respira ambiente de día grande. Comienza la prueba. Me llaman de la radio para narrar la bajada de Carolina. Por desgracia, tengo que contar que la española se ha salido de la pista. La esperamos en la Zona Mixta. Está tocada y, después de un par de respuestas, nos encoge el corazón con sus lágrimas. Pero es fuerte y se rehace rápido. La intentamos animar. Se aferra a la prueba que le queda, el Supergigante.

Hay que levantar el ánimo porque todavía nos queda Queralt.

La odisea hasta llegar al medio tubo nos costó más de una hora. La mala señalización provocó el desconcierto para los que íbamos en el coche de la organización. Cuando conseguimos llegar, nos dicen que tenemos que volver a pasar un control, situado a unos tres kilómetros, para que nos revisen todo y precinten el coche como es preceptivo. Total, que un trayecto que podíamos haber resuelto en media hora, nos llevó el triple de tiempo. Llegamos tarde a la calificación y no vemos la primera bajada de Queralt -a la postre, la mejor-. Nos enteramos de la gran puntuación de la catalana gracias a Vicente Ortega que me llama para que entre en la radio y contarlo. Su gozo en un pozo. Aviso por línea interna que estamos en el coche y que no hemos llegado. Vicen, sale como puede del entuerto, pero nos da la primera alegría del día. Por fin, llegamos y nos situamos en la Zona Mixta para hablar con Queralt tras conseguir la clasificación directa a la final -fue segunda de su serie y pasaban directamente a la última ronda las tres primeras-.

Quedan 5 horas para la Final y bajamos al pueblo de Rosa Khutor para comer algo. Como hay tiempo, decidimos coger un telecabina. Una vez más, la señalización no es la mejor y nos pasamos de parada. Tenemos que volver. Y empieza la gymkana. Desde la estación del telecabina para el Snowboard hasta la competición, el camino es una aventura. Una bajada de unos 500 metros entre piedras nada uniformes, barro, escaleras irregulares y hasta hielo en algún tramo. Me vienen a la cabeza los padres y sus carritos de bebé. Para ellos sería imposible bajar por ahí.

La Final empieza a las 21:30h -hora rusa-. Es de noche y hace bastante frío, de ese que te deja los pies congelados. Estamos en la meta del medio tubo. Me llaman de la radio para narrar la Primera Ronda de Queralt en la Final. Su actuación es soberbia. La mejor de todas las participantes hasta el momento. Ya veo cerca la medalla pero, tras el último truco, la rider española se desequilibra y tiene que poner la mano. Se esfuma una oportunidad inmejorable. Queda la segunda bajada. La espera es tensa y el frío empieza a ser insoportable. Segunda tanda. ¡¡Vamos Queralt!! Otra vez me toca contarlo en la radio. Desde el principio se ve que la cosa no va igual. Castellet no está tan fina e intenta asegurar más sus trucos. Tras el último, vuelve a perder el equilibrio. Su cara lo dice todo. Por desgracia, habrá que esperar otros cuatro años. Espero un buen rato. De hecho, algunos compañeros se marchan para escribir sus crónicas. No sé por qué, pero estoy convencido de que Queralt no va a pasar por Zona Mixta. El frío nos devora por dentro. Finalmente aparece la protagonista -la nueva Queralt Castellet. Según cuentan los compañeros, en Vancouver era inaccesible-. Está afectada por lo sucedido pero se muestra cercana y amable con nosotros. Se hace alguna foto con los dos periodistas que quedamos e intentamos animarla.

Entonces, el famoso gafe hace acto de presencia. Hay una leyenda entre los periodistas- más bien, un vacile-, que dice que cuando no se consiguen medallas es que alguno es gafe. Hay que echarle la culpa a alguien, vamos.

Como todos los medios íbamos a todas las competiciones, era difícil decir quién. Yo, y alguna más, nos defendemos diciendo que en Londres 2012, ya vimos bastantes medallas en directo....



Tweet
Seguir a @Planetolimpico

Escribir un comentario

Para evitar spam y un uso inadecuado de los comentarios, estos deberán ser validados previamente a su publicación.


Código de seguridad
Refescar

#losJJOOsontodoslosdias

Planeta Olímpico RadioMarca

Editado por:
OLIDREAM SPORT,S.L